CARACTERÍSTICAS
DEL CREATIVO
Donde
se realiza una aproximación a las características psicológicas
del
artista creativo y/o de la conducta creativa,
resaltando
aquellos aspectos que identificamos como comunes.
Podríamos
aventurarnos a definir el término creatividad como una conducta espontánea con
acento personal, original y no meramente repetitiva. Pero no deja de ser un
intento rudimentario de definición para tratar de explicar un fenómeno
sumamente complejo, que puede abarcar o hacerse evidente en todas las áreas de
nuestra existencia y que, básicamente, es la característica que nos diferencia
del resto de las especies.
Necesitaríamos
ampliar nuestra definición, acercándonos con mayor precisión al concepto de
nuestro estudio, añadiendo que la mente creadora se encuentra en permanente búsqueda
de nuevos caminos, sabiendo combinar los elementos de tal forma que la capacita
a generar un producto nuevo a partir de nociones ya conocidas, o a descubrir
nuevas relaciones entre ellos. Sin embargo, a pesar de ello, la definición sigue siendo insuficiente y necesita integrar
nuevos conceptos para que sea realmente eficaz: ingenio, imaginación,
iniciativa, capacidad intelectual, síntesis, dinamismo realizador,
inconformismo, etc.
En
nuestro mundo occidental responder ante lo imprevisible se ha convertido en algo
esencial, por ello la figura del creador se valora de una manera especial. Ya no
es tan importante el especialista concreto, sino más bien la persona capaz de
prepararse y adaptarse rápidamente a cuestiones para las que no ha sido formada
con anterioridad, así como saber incorporarse a un proyecto en pleno
movimiento.
ALGUNAS
CARACTERÍSTICAS COMUNES
A
nuestro parecer, los creativos presentan una serie de características comunes
en todos ellos, y otras que se muestran en diferentes grados de intensidad en
función de su perfil básico.
Cuando
hablamos de inteligencia conviene matizar que hay muchos tipos y maneras de
entender la inteligencia. Nos interesa resaltar, en este apartado, la que se
denomina Inteligencia Creativa. Con el fin de entender mejor el significado de
la misma, desarrollaremos a continuación algunos conceptos previos.
En
primer lugar, debemos reseñar que los psicólogos tienden a distinguir entre
Inteligencia Simbólica, Inteligencia Conceptual e Inteligencia Figurativa.
Pero también postulan una cuarta
categoría, la llamada Inteligencia Social. Y, dentro de esta división,
podemos distinguir varios factores primarios:
comprensión verbal, numérica, espacial, razonamiento, rapidez
perceptiva, fluidez verbal, memoria
Y
entre los factores intelectuales se señalan como más relevantes:
complejidad, plasticidad, globalización, fluidez.
Además,
en todo “acto de inteligencia” hay que tomar en consideración la influencia
de algunos factores propios de la personalidad, como pueden ser la motivación,
la afectividad, la ansiedad, algunos aspectos físicos, etc.
Y,
a partir de todos estos elementos, queremos llegar a la definición de
Inteligencia Creativa como aquel tipo de Inteligencia que está en condiciones
de superar dificultades en situaciones nuevas, o de combinar los elementos de
tal forma que puedan conseguir un producto diferente. Es, por otro lado, un
tipo de Inteligencia que no sólo se basa en la adquisición de conocimientos
sino, sobre todo, en la capacidad dinámica para el aprendizaje.
De
esta forma, si entendemos la creatividad como una aptitud y una actitud
ante la vida que nos sirve para ver los problemas desde diferentes
puntos de vista y, cuando es necesario, profundizar en el terreno de lo
desconocido, podemos afirmar que el concepto de inteligencia está unido, de
manera inequívoca, al de creatividad. Hay que ser inteligente para tener
ideas propias y partir de la propia experiencia, sin dejarse influir por lo ya
trillado, lo conocido, lo comúnmente aceptado. También hay que ser
inteligente para no caer en lo fácil, y avanzar por caminos novedosos, aún a
costa de arriesgarse a sufrir la incomprensión y el rechazo ajenos.
Al
considerar la intuición como una forma de conocimiento de carácter directo y
súbito, deberíamos pensar que el creativo es capaz de desarrollar un sexto
sentido que le permite adelantarse a su tiempo. Y no es que en él predomine
el pensamiento mágico, sino que está abierto a cualquier experiencia
novedosa, por más extraña o insólita que parezca. Por eso puede captar
aquello que le resultaría imposible aceptar a una mente rígida, cerrada a
todo lo que previamente no tenga verificado, estructurado y consolidado
como verdad inamovible. La percepción externa espontánea, o la compresión
analítica rápida, hace que la persona creativa vaya un paso por delante en
la concepción del presente y su proyección del futuro.
El
pensamiento fluido es aquel en el que las ideas se encadenan una detrás de
otra, a veces de manera desconcertante, pero que, finalmente, confluyen en la
solución a problemas en principio presentados como irresoluble. Para el
creativo todas las ideas merecen un respeto, pues sabe que, combinándolas
adecuadamente, se puede producir el milagro de lo realmente sorprendente.
No
hay que confundir el pensamiento fluido con el pensamiento caótico de quien
agolpa en su mente las ideas de una manera inconexa y dispersa. En este caso
el sujeto se ve imposibilitado para canalizarlas de una manera coherente o
creativa.
La
persona creativa no se limita a lanzar mensajes teóricos, sino que, por el
contrario, sabe pasar a la acción y materializa su proyecto; puesto que forma
parte importante del proceso creativo el hecho de que las ideas vean la luz o
se realicen efectivamente. Y además, como ente social, le resulta
imprescindible compartir sus descubrimientos con los demás.
En
realidad, el buen creador siempre está dispuesto a aprovechar cualquier
elemento que surja en su camino. Por ello, el creativo no sería aquel que
trabaja en una línea determinada, rechazando otras corrientes que no comulgan
con ésta; bien al contrario, será la persona que sepa incorporar todos los
elementos enriquecedores, que aportan las diversas escuelas, a los suyos
propios. Además, su actitud ante las posibles críticas a su línea de
actuación no será la de un paranoico, sino que las estudiará detenidamente,
buscando la parte constructiva de las mismas y el enriquecimiento de su
sistema de trabajo.
El
proceso creador implica una fase de tensión, que en algunos casos puede
prolongarse excesivamente, sin que por ello deba decaer el
espíritu de lucha y la constancia necesaria para lograr un objetivo. Y
allí donde la persona no creativa tiende a claudicar, cuando la incertidumbre
de lo desconocido le resulta abrumadora, el creativo continúa su labor de
forma incansable, sabiendo que la incertidumbre forma parte esencial del
riesgo que debe asumir; además, encuentra en esta paradoja la carga de
adrenalina necesaria para que su mente alcance “la velocidad punta”
necesaria para lograr la idea brillante que buscaba.
Debido
a que la creatividad ha de implicar una dosis de riesgo, la inmersión en el
mundo de lo desconocido casi siempre conlleva
un grado de tensión interior y una reacción de recelo por parte del
receptor. Evidentemente, el mayor riesgo lo van a poder asumir con menor
desgaste aquellos que ya gozan de un estatus
de reconocimiento social. En consecuencia, existe una predisposición a
aceptar las muestras de atrevimiento o trasgresión, incluso se les demanda
precisamente esa ruptura de las normas establecidas.
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